viernes, 21 de marzo de 2014

Género y Migración

Uno de los temas más álgidos en psicoterapia, que escucho casi a diario, se relaciona con las diferencias de género que se dan en un sin número de situaciones no muy alentadoras al hablar también de los procesos migratorios. Diferencias basadas en parte en las creencias o imaginarios simbólicos tanto personales como sociales.

Hoy menciono este tema pues son muchos los enlaces que desde diferentes puntos del planeta me sugieren escribir sobre ello, ya que las relaciones de poder que continuan dándose en los países de acogida entre muchas parejas ha logrado generar fuertes e infranqueables tensiones interpersonales.

Con ello a que me refiero, a que los latinoamericanos al igual que los nacidos en muchas otras partes del planeta hemos llegado a asumir un mito basado en dos roles primordiales en la composición familiar: uno de ellos el del padre proveedor y el otro el de la mujer madre soporte emocional.

Este mito ha impedido que, aunque por ley, se haya logrado reconocer los derechos de las mujeres en muchos países, en la práctica real, ese no sea el caso ya que una gran mayoría de hombres han asumido el rol de proveedor y con ello han fortalecido su muchas veces malinterpretada masculinidad. Hecho que riesgosamente les ha permitido continuar tomando decisiones radicales y unilaterales al interior de la pareja y de su hogar.

Algunos podrán imaginarse que lo estoy definiendo desde un punto de vista feminista o personal, pero no es así, porque a pesar de encontrarme en un país con una cultura bastante especial en donde la práctica cultural y comunitaria o religiosa, profesa y define de otra forma las relaciones de género entre hombres y mujeres, también es cierto que observo desde aquí, el que no hemos aprendido a aprovechar el nuevo terreno para redefinir algunos de nuestros  valores que lograrían promover la equidad de género en el nuevo espacio de vida intercultural.
Hay mujeres que debido a sus imaginarios de sumisión o de responsabilidad maternal sufren por haber dejado en manos de otras personas el crecimiento y el bienestar de los hijos en su país de origen, o por haberse creado ambivalencias entre su responsabilidad familiar y laboral debido a la multiplicación de funciones sin una repartición de las mismas de forma equitativa con sus parejas.
Muchas mujeres asumieron que si querían salir a trabajar esa era su elección pero que esto en ningún sentido debería afectar su responsabilidad conyugal y maternal como si no fuese un deber común de ambos padres ser ejes de crianza dentro de su sistema familiar. Es como si alguien hubiese grabado esta información viciada en nuestro ADN y fuese una situación que no se puede redefinir o reestructurar.
A las mujeres nos corresponde migrar con ilusión, con sueños de procurarnos y procurar a todos los nuestros un futuro mejor, pero no a costa de nuestro propio bienestar.
Solo mostrando respeto por nosotras mismas, lograremos que se nos de nuestro lugar en la construcción de nuevas oportunidades y de un futuro mejor ya que son estas creencias las que guían nuestras propias actuaciones y las de los demás.
Y si a nuestras diferencias imaginarias de género, le agregamos las que ya asumimos relacionadas con la migración, entonces, el asunto se agrava aún más pues consideramos que la sumisión o el maltrato son situaciones de violencia que no sabremos como afrontar y que cada día se aleja aún más de la construcción de nuestro propio bienestar, tranquilidad y felicidad.
Las mujeres debemos ser conscientes de nuestros derechos y debemos hacerlos respetar, nadie puede sentirse más por ser el “proveedor“ y muchas de nosotras no debemos sentirnos menos si hemos decidido no ser la columna soporte emocional.
Toda mujer merece respeto como procreadora universal, como madre, educadora, profesional, trabajadora y ser humano en general.
Nadie merece ser maltratado por su condición de género, estatus social, proveniencia, raza, orientación sexual, religión que profesa, su nivel de educación o edad y de cada uno depende el redefinir esos imaginarios o creencias que nos están permitiendo maltratar a otros o dejarnos maltratar.


+Mónica Riveros
Comunidad Latinoamericanos en Europa
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