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viernes, 16 de mayo de 2014

Parejas binacionales

Últimamente me han recordado un tema álgido en migración y es el de la conformación de parejas binacionales ya que es un hecho que en muchos procesos migratorios se haya dado la posibilidad de conformar una pareja bicultural y por ende, alguno de los dos involucrados ha debido dejar atrás su familia de origen, su territorio y su entorno finalmente.

Dentro de estas posibilidades han sido muchos los que no tuvieron que ir más allá de tener que radicarse en países con lengua distinta, pero que por lo menos sí pudieron continuar dentro de un espacio cultural, laboral y religioso bastante similar al de origen.

Con esto no quiero decir que esta situación no conlleve diferencias al interior de la relación, pero por lo menos en algunos aspectos de la vida no afectará profundamente el proceso de la crianza de los hijos.

Cuando se conforma una pareja, no es muy difícil respetar e intentar comprender al otro, pero cuando se comienza a interponer la crianza de un “tercero” la historia ya no es tan sencilla pues recordemos que al conformar esta nueva familia también se encontrarán otros actores involucrados como lo son los padres, los abuelos, los tíos, la escuela y los vecinos, sin entrar a profundizar en los intangibles, como la religión, las otras costumbres y las lenguas.

Bueno, no puedo hacer hincapié en solo lo difícil del proceso, también puedo mencionar que conformar una pareja binacional tiene sus dulces y especiales connotaciones positivas, al igual que sus encantos.

Con la conformación de parejas binacionales, se crean nuevas redes sociales multiculturales, se aprenden nuevos valores y costumbres y los hijos además de dominar con gran facilidad diversas lenguas, se moldean con una plasticidad social y habilidosa que ninguna escuela académica podría enseñarle a otros niños nunca.

Aún cuando en conclusión se diga que el proceso no será fácil, es justo asumir lo propio, nadie nos obligo a tomar ese camino, porque para bien o para mal somos hombres y mujeres libres de escoger nuestro destino. Entonces si perteneces a este grupo, partamos de la premisa que nadie puede hacer las cosas mejor por ti y tu familia que tu compañero (a) y tú mismo, entonces es hora de comienza a trabajar en ello.

La estrategia más grande que se puede asumir en estos casos es la de redireccionar tu vida aprovechando la oportunidad que se te está brindando, aunque claramente, se deberá estar siempre abierto a confrontar los errores comunicacionales, a ser flexible, a escuchar con mayor interés y hasta, querámoslo o no, a aprender mejor esa otra lengua.

Existen diversas posibilidades de escenarios al conformar este tipo de parejas, ya sea porque cada uno de sus miembros habla una lengua o una religión diferente, sus diferencias culturales son bastante significativas o porque en algunas de ellas han debido convivir con la mezcla de una o varias de estas diferencias.

Independientemente del punto de vista con el cual se haya conformado la pareja, el reto es único y la ventaja es que las estrategias de unión son parecidas: Nunca dejar que se apague el sentimiento, concebir que la fidelidad matrimonial no existe sino que se crea día a día, confiar, respetarse y preocuparse el uno por el otro, intentar profesar una visión bastante parecida de la vida, los principios y valores, responsabilizarse en igual medida cada uno por los hijos, crear redes familiares y sociales en conjunto y planificar espacios de diversión y rituales culturales en pareja y en familia.



Y como el tema es tan extenso, queda parte del asunto para dentro de 15 días. 

A todos una feliz semana.

+ Mónica Riveros
www.online-psicoterapia.com
@psico_migrante 


viernes, 21 de marzo de 2014

Género y Migración

Uno de los temas más álgidos en psicoterapia, que escucho casi a diario, se relaciona con las diferencias de género que se dan en un sin número de situaciones no muy alentadoras al hablar también de los procesos migratorios. Diferencias basadas en parte en las creencias o imaginarios simbólicos tanto personales como sociales.

Hoy menciono este tema pues son muchos los enlaces que desde diferentes puntos del planeta me sugieren escribir sobre ello, ya que las relaciones de poder que continuan dándose en los países de acogida entre muchas parejas ha logrado generar fuertes e infranqueables tensiones interpersonales.

Con ello a que me refiero, a que los latinoamericanos al igual que los nacidos en muchas otras partes del planeta hemos llegado a asumir un mito basado en dos roles primordiales en la composición familiar: uno de ellos el del padre proveedor y el otro el de la mujer madre soporte emocional.

Este mito ha impedido que, aunque por ley, se haya logrado reconocer los derechos de las mujeres en muchos países, en la práctica real, ese no sea el caso ya que una gran mayoría de hombres han asumido el rol de proveedor y con ello han fortalecido su muchas veces malinterpretada masculinidad. Hecho que riesgosamente les ha permitido continuar tomando decisiones radicales y unilaterales al interior de la pareja y de su hogar.

Algunos podrán imaginarse que lo estoy definiendo desde un punto de vista feminista o personal, pero no es así, porque a pesar de encontrarme en un país con una cultura bastante especial en donde la práctica cultural y comunitaria o religiosa, profesa y define de otra forma las relaciones de género entre hombres y mujeres, también es cierto que observo desde aquí, el que no hemos aprendido a aprovechar el nuevo terreno para redefinir algunos de nuestros  valores que lograrían promover la equidad de género en el nuevo espacio de vida intercultural.
Hay mujeres que debido a sus imaginarios de sumisión o de responsabilidad maternal sufren por haber dejado en manos de otras personas el crecimiento y el bienestar de los hijos en su país de origen, o por haberse creado ambivalencias entre su responsabilidad familiar y laboral debido a la multiplicación de funciones sin una repartición de las mismas de forma equitativa con sus parejas.
Muchas mujeres asumieron que si querían salir a trabajar esa era su elección pero que esto en ningún sentido debería afectar su responsabilidad conyugal y maternal como si no fuese un deber común de ambos padres ser ejes de crianza dentro de su sistema familiar. Es como si alguien hubiese grabado esta información viciada en nuestro ADN y fuese una situación que no se puede redefinir o reestructurar.
A las mujeres nos corresponde migrar con ilusión, con sueños de procurarnos y procurar a todos los nuestros un futuro mejor, pero no a costa de nuestro propio bienestar.
Solo mostrando respeto por nosotras mismas, lograremos que se nos de nuestro lugar en la construcción de nuevas oportunidades y de un futuro mejor ya que son estas creencias las que guían nuestras propias actuaciones y las de los demás.
Y si a nuestras diferencias imaginarias de género, le agregamos las que ya asumimos relacionadas con la migración, entonces, el asunto se agrava aún más pues consideramos que la sumisión o el maltrato son situaciones de violencia que no sabremos como afrontar y que cada día se aleja aún más de la construcción de nuestro propio bienestar, tranquilidad y felicidad.
Las mujeres debemos ser conscientes de nuestros derechos y debemos hacerlos respetar, nadie puede sentirse más por ser el “proveedor“ y muchas de nosotras no debemos sentirnos menos si hemos decidido no ser la columna soporte emocional.
Toda mujer merece respeto como procreadora universal, como madre, educadora, profesional, trabajadora y ser humano en general.
Nadie merece ser maltratado por su condición de género, estatus social, proveniencia, raza, orientación sexual, religión que profesa, su nivel de educación o edad y de cada uno depende el redefinir esos imaginarios o creencias que nos están permitiendo maltratar a otros o dejarnos maltratar.


+Mónica Riveros
Comunidad Latinoamericanos en Europa
http://instagram.com/monique195