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martes, 28 de mayo de 2019

Sentirse desbordado

Muchas veces me he preguntado si el denominado burnout o síndrome del quemado aplicaría no solo para el campo laboral sino también para quienes velan por el bienestar de su familia o para cualquier persona que ha decidido migrar.

Al igual que el burnout, la depresión y la ansiedad hacen su aparición en muchos que hemos decidido tomar el camino de la migración. El alto nivel de exigencia, las nuevas responsabilidades, la dependencia del entorno, la falta de redes sociales y el menoscabo de nuestras habilidades profesionales, sociales y personales, conllevan  muchas veces el sentimiento de sentirse desbordado.

El desconocimiento del sistema burocrático, el comenzar con un nuevo idioma, el conformar muchas veces una pareja binacional, la falta de reconocimiento profesional y muchas veces la necesidad de buscar sobrevivir para muchos de nosotros, nos lleva a confrontar la realidad de una forma mas abrupta de lo normal.

El hecho de hablar de tolerancia o adaptación aleja el proceso de acogida de la convivencia y la integración, las cuales vengo repitiendo desde hace años, involucra a todos los miembros de la sociedad (migrantes y locales) para que un adecuado proceso se pueda dar.

Independientemente de la capacidad de iniciativa, creatividad, seguridad e independencia que hayamos logrado desarrollar en nuestros países de origen, está claro que al vernos expuestos a una nueva realidad, nos debemos reinventar.

Por ello, si notas que te sientes triste, solo, agobiado, nervioso, ansioso, sin valor personal; si palabras como fracaso, necesidad, agotamiento, insomnio, falta de concentración, insatisfacción y quizás adicionalmente se encuentren acompañados por algún malestar físico como dolor de cabeza, abdominal, calambres, irritabilidad; procura detenerte o tomar un poco de tu tiempo para evaluar la situación, redefine tus metas a corto y largo plazo, genera un plan de acción, determina las actividades urgentes e importantes y trata de disminuir tu carga personal, familiar, social y profesional.
Hacer un alto en el camino puede ayudar más de lo que te imaginas, haz valer tus derechos, escucha tus necesidades y trata de reorganizar tu sistema, delega, confía en otros y especialmente en ti mismo y en tus capacidades, toma 10 minutos diarios para relajarte, lleva a cabo actividades que te hagan sentir bien, recompénsate, date gusto, desarrolla tus proyectos un paso a la vez.

Sino, corremos el riesgo de entrar en depresión, ansiedad o en cualquier otro trastorno de carácter físico o psicológico que nos puede afectar mucho más allá de lo que nosotros consideramos podríamos controlar. El alcohol, los fármacos, las ideas suicidas pueden ser una derivación, siendo allí donde, nuevamente recomiendo, si sientes que esto se sale de tus manos, no dudes en consultar a un profesional.

Hasta una próxima oportunidad


Mónica Riveros
monica-maria.riveros-lopez@psychologie.ch
www.online-psicoterapia.com
+41795242207 

jueves, 23 de enero de 2014

Los siete duelos


No quería comenzar con otro tema “no tan positivo“, pero me sentí tentada al ver que últimamente están circulando tantos artículos que han puesto de moda la numeración, entonces se me antojo el asunto numérico para titular esta entrega y por ello escribiré hoy sobre las fases y los siete tipos de  duelo que propone el profesor Achoteguí.

Para ello, partiré de la definición de “Duelo“ como el proceso de adaptación personal ante una perdida, duelo que para muchos de nosotros pudo comenzar a presentarse como anticipatorio, al saber con antelación a nuestra partida que deberíamos dejar lo nuestro y a los nuestros, este proceso en verdad no es fácil y menos si las situaciones que deberemos afrontar incluirán el no retorno,  la posibilidad de dejar atrás algunas personas que muy posiblemente no volveremos a ver o el enfrentarnos mas adelante a algunas diferencias culturales, políticas, lingüísticas o religiosas muy diferentes a las propias.

Una vez aterrizamos en el nuevo país, pasamos entonces del duelo anticipatorio a trabajar en nuestro duelo “esperado“, el cual se toma entre uno y dos años y es allí donde se dan los procesos de confrontación de la realidad más profundos y dolorosos. 

Este duelo nos llevará a vivir fases  como la negación, en donde muchos pensarán que regresar pronto al país de origen es o será la mejor alternativa, una vez superada esta etapa, podrá presentarse la rabia, vista como el malestar y el inconformismo hacia la sociedad receptora; en tercer lugar, la negociación en un intento por asumir lo mejor de cada cada cultura (la de origen y la de acogida) para no hacer más dificil el proceso,  pasando luego quizás y no siempre, por la fase de dolor o tristeza que nos conlleva el hacernos finalmente a la idea de establecernos en este lugar y finalmente la aceptación de lo que en parte nos ha deparado la vida y de lo que en parte hemos sabido escoger para nuestro propio futuro y bienestar.

Lo esperado desde el punto de vista psicológico es que este duelo se lleve a cabo dentro de las fases que te mencioné, si ya llevas muchos más años y no has superado algunas de estas etapas, podrías estar confrontando un duelo crónico o un duelo congelado, en donde se  han inhibido las emociones o posiblemente reprimido los sentimientos pero los cuales aconsejo realmente deben ser compartidos con otras personas para evitar mayores contratiempos después.

Adicionalmente a estas fases, que de hecho ya son toda un proceso; los migrantes nos vemos confrontados a realizar diferentes tipos de duelos y pienso que los investigados por el Doctor Achotegui (2002), son bastante claros y precisos:

1. El duelo por la familia y los amigos, ya que al dejarlos en el país de origen, los migrantes somos embargados por una nostalgia de perdida parcial mas no total y mucho menos definitiva.

2. El duelo por la lengua, uno de los más complicados pues está siendo el pensamiento codificado continuamente por nuestra lengua materna y el dejar de contar con este básico pero primordial recurso es lo que podría en muchos casos estar afectando la manera de acomodarnos con el mundo. Y digo acomodarse porque del apredizaje de esta otra lengua (la local) depende en parte crear una red social con los locales, reafirmarse como persona en el nuevo contexto, lograr conseguir un trabajo que este a la altura de nuestros conocimientos, e incluso posicionarse de una manera u otra dentro de un nuevo entorno vital.

3. El duelo por la cultura, ya que cuando nos radicamos en otro país deberemos reconsiderar muchos estereotipos, hábitos y valores tanto propios como ajenos logrando redefinir constantemente nuestra personalidad.

Aquí es donde le propongo especialmente a quienes quieren conformar una pareja binacional basada en culturas diversas, la posibilidad de negociar sus diferencias antes de tomar una decisión tan importante como lo es la de formar un hogar y/o determinar un país para residenciarse, pues finalmente, siempre llegará un día en el que se deberá confrontar la realidad.

4. El duelo por la tierra, los olores, los colores y la geografía misma, queda claro que no es el mismo sentimiento de nostalgía el que embarga a quien a nacido a la orilla del mar, que de aquel que nació en las montañas o en un pueblito o en la gran ciudad.

5. El duelo por el nivel social, sin importar en que condición se migre a menos que haya sido con la certeza de un trabajo seguro, todos nos vemos avocados a retroceder en nuestro estatus social, bien sea por carencia de conocimiento hacia las costumbres locales o con respecto a la lengua que allí se habla, el costo de vida, o la disminución de nuestras redes sociales, todos los factores son determinantes a la hora estatégica de poderse desenvolver  sin mayores contratiempos en otro país.

6. El duelo por el grupo étnico, ese grupo en el cual eramos reconocidos e identificados, mientras que al migrar a nuevos territorios, nuestra identidad se ve menoscabada e interrogada sobre, quiénes somos, quién es el otro y quién soy yo? 

7. El duelo por el proyecto migratorio que quizás muchos habían idealizado y que no se ha podido cumplir o que por situaciones externas podría llegarse a truncar.


Con lo anterior, queda claro que para los migrantes no existen los cierres o duelos definitivos y que hay que aprender a sacar lo mejor del “aquí y el ahora”, aprendiendo a valorarse a si mismo, a ser independiente y a no dejar que las vicisitudes de la vida nos atormenten física o ideológicamente más.

Con ello quiero decir que estas fases y tipos de duelo son normales y que es necesario sentirlos, vivirlos, confrontarlos y elaborarlos de manera consciente para que se puedan superar.

Fb. Latinoamericanos en Europa
@psico_migrante
www.online-psicoterapia.com
+Mónica Riveros